Mi Espejo De Cuatro Pies De Alto

 

Las personas muy a menudo me dicen la increíble madre que soy, pero créanlo o no, yo nunca quise ser madre. Como hija única que fui no creía poder renunciar a mi visión egocéntrica del mundo para centrarme en otra persona para toda la vida. Para mi sorpresa, me puse muy feliz cuando me di cuenta de que estaba embarazada. Sabía que mis prioridades tenían que cambiar y comencé a hacer notas en mi mente de todas las cosas malas de mi niñez para hacerlas correctas para mi hijo.

En dos meses él tendrá cinco años, y no tengo idea de dónde se fue el tiempo. En los últimos dos años he recibido algunas de las mayores lecciones de vida de un sabio de cuatro pies de estatura, con cierres en espiral y ojos color avellana. Lecciones de un amor incondicional…

Como una vez que yo iba a regañarlo y él me grito “te amo” en el intento por calmar mi enojo. Cuando le respondí “yo también te amo pero…” no tuvo miedo de decirme que no le gustaba la palabra “pero”. A los cuatro años él ya sabe que cuando dices una frase positiva seguida de un “pero” todo lo que sigue es la verdad de cómo te sientes, todo lo anterior se convierte en un sutil intento de mantener una intención noble y que realmente no está tratando de ser gracioso. Justamente ayer me recordaba que no importa cuánto la intente ignorar, siempre estará esa fuerza de mi madre que me obligará a su manera.

Algunos padres no les afectará en nada escuchar a su hijo decir que ellos siempre están equivocados y que mamá siempre tiene la razón, pero para mi fue una revisión de la realidad.

La realidad de los padres hoy en día es que tienen que ver y escuchar a sus hijos. Nunca es muy tarde para tener una conversación con tu hijo y proveer un ambiente en el cual ellos se sientan cómodos. En este espacio ellos pueden con respeto compartir sus ideas y sentimientos contigo.

Esta generación es sabia más allá de sus años y como padres nunca debemos estar por encima de los que no podemos, por ejemplo: aprender los principios básicos de las relaciones interpersonales de un niño. Las pequeñas pepitas de oro de sabiduría que mi hijo me ha dado, proporcionan comodidad y la seguridad de que me estoy moviendo en la dirección correcta. Algunas veces pierdo esa batalla interna de corregir esos errores de la niñez, pero luego siento un tirón en mi pantalón y cuando miro abajo allí está mi espejo de cuatro pies mirándome. Veo mi reflejo, tomo notas de mis imperfecciones, escucho por sabiduría y luego digo: yo también te amo, con la excepción que esta vez no existe un pero.

 

Lauren Sutherland

 

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